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El relieve de Portaferrissa, 11 |
En el número 11 de la calle de la
Portaferrissa podemos ver el bajo relieve de la foto. Lo que, en principio,
parece una inocente representación de un par de niños juguetones, esconde un
montón de interpretaciones simbólicas. No soy el primero que apunta a una
lectura en clave masónica de este relieve. Intentaré, sin embargo, ir un poco
más allá y añadir alguna explicación más. Para ello, analizaré el bajorrelieve
desde tres puntos de vista: el histórico, el iconográfico y el administrativo.
El histórico nos dice que este
edificio se construye a partir de 1869. En España, el periodo comprendido entre
1868 y 1874 se conoce como “sexenio democrático”. Son seis años muy
convulsos, en que los hechos históricos se suceden a un ritmo vertiginoso:
abdicación de Isabel II, llegada de Amadeo de Saboya, convertido en el primer
rey constitucionalista, asesinato del general Prim (hombre fuerte del régimen),
abdicación de Amadeo, proclamación de la I república (cuatro presidentes en
poco más de un año y medio), golpe de estado del general Pavía y restauración
borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Y todo ello, en poco
más de 6 años. Realmente, fue un período azaroso, pero por primera vez en la
historia de España, durante este sexenio, hubo una total y absoluta libertad de
conciencia, de expresión, de reunión, de asociación, etc. Fue un intervalo de
explosión democrática que favoreció la aparición y el desarrollo de movimientos
republicanos, progresistas, catalanistas, sindicalistas, etc. Este periodo es
también una pequeña edad de oro de la masonería catalana y española que, a
rebufo de esta libertad, pudo salir de la clandestinidad y presentarse en
sociedad con plena y absoluta libertad.
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Detalle del relieve |
El punto de vista iconográfico nos
lleva a hablar de la simbología representada. Podemos ver a dos niños: uno lleva
un compás en su mano derecha y un paletín a la izquierda; el otro lleva la regla
de 24 divisiones (o pulgadas o grados). Esta presencia de herramientas de
albañilería es el primer indicio que nos pone sobre aviso. Además, entre ambos,
está el edificio que construyen, hecho de ladrillos o piedras (emblema masónico
por excelencia) cuidadosamente colocados. La única piedra que no es cúbica o
rectangular es la que corona el edificio y sobre la que coloca la mano el niño
de la derecha: una piedra triangular, en clara alusión a Dios, al que a menudo
se representa con este triángulo, a veces con un ojo en el interior. A ambos
lados del bajo relieve, además, podemos ver dos columnas. A la entrada de la
sala del templo de una logia masónica nos reciben, también, dos columnas, a
menudo salomónicas o helicoidales (es decir, cuyo fuste se enrolla sobre sí
mismo). Estas columnas reciben el nombre de salomónicas por la descripción que
se hace en la Biblia de las que había en el vestíbulo del templo de Salomón en
Jerusalén, destruido el 586 aC. (I Reyes, 7, 15-22). Las columnas reciben el
nombre de Jakim (J) y Boaz (B) y aluden, respectivamente, a la estabilidad y la
fuerza.
Por encima de las columnas podemos
ver sendas rosas. El vínculo entre la rosa y la masonería lo he explicado ya en
otra entrada del blog (véase Sarriá y la masonería III). La expresión sub rosa (bajo la rosa) alude a la
obligación que tiene todo masón de mantener en secreto lo que se dice, se hace
o se escucha en una tenida (encuentro, reunión) en la logia. El poder del
secreto depende del silencio. Lo que se hace bajo la rosa, como centro místico
y símbolo de perfección, pertenece al mundo oculto, a la capa más íntima de
nuestro ser.
En el centro de la sala del templo
de una logia hay dispuestas, formando un triángulo rectángulo, tres columnas,
cada una de un estilo diferente: Fuerza (dórico), Sabiduría (jónico) y Belleza
(corintio). Estas columnas sostienen, simbólicamente, toda la logia y la masonería.
En este edificio de la calle Portaferrissa, justo en la esquina con la calle de
Bot, podemos ver cinco columnas: sólo tres de estas columnas tienen el capitel
decorado. Y en la fachada de la calle Bot, las columnas tienen un capitel en
forma de escuadra.
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Columnas salomónicas en la fachada |
En la fachada del edificio, además,
se puede ver dibujado un árbol de la vida, un símbolo para explicar la unidad
de toda la vida. Está presente en muchas tradiciones (Egipto, Sumeria, China,
Grecia, América Central) y representa la unión entre el cielo y la tierra, como
eje del mundo. Hunde sus raíces en el infierno y eleva sus ramas hacia el
cielo. Como se explica en la Biblia, era el árbol del Paraíso cuyos frutos
concedían la inmortalidad, idea compartida por otras culturas; en la Cábala, el
árbol de la vida es el símbolo que representa las diez emanaciones divinas o sefirot, que sirven para alcanzar el
conocimiento más profundo.
Otro detalle no menos sorprendente
nos lleva hasta la numerología. Si echamos un vistazo al vestíbulo del
edificio, podremos ver un curioso juego numérico. Contamos siete escalones
hasta el primer rellano, siete escalones más hasta el segundo rellano y catorce
peldaños (siete más siete) hasta el tercer rellano. ¿Casualidad? Lo dudo mucho,
teniendo en cuenta la elevada carga esotérica de este número y la importancia
que tiene en el mundo simbólico masón: Siete sacramentos, siete pecados
capitales, siete virtudes cardinales, siete planetas, siete días de la semana,
siete colores del arco iris, siete notas musicales, siete maravillas del mundo
antiguo, siete enanos (de Blancanieves), en el Libro del Apocalipsis se abren
siete sellos antes de que Dios someta el mundo a siete juicios, ayudado por
siete ángeles que hacen sonar siete trompetas para enviar siete castigos sobre
los malvados, siete son también los años que tardó Salomón terminar su templo
en Jerusalén y siete es el número mínimo de maestros masones necesarios para
constituir una logia o para abrir trabajos (véase Sarrià y la masonería III).
En cuanto al análisis administrativo,
la documentación que se conserva en el Archivo Municipal Contemporáneo de Barcelona (expediente 107/67, número 1805-BTSC) lleva por título Expediente sobre alineación, derribo, reedificación de la
casa de D. Domingo Sitjas nº 11 de la calle Puertaferrissa con frente a la de
Bot”. El primer detalle curioso
es que los planos originales, en los que no aparece el bajo relieve, están
firmados el 22 de diciembre de 1866, es decir, el día del solsticio de
invierno, festividad de San Juan Evangelista. Este santo, junto con su homónimo
Juan Bautista, cuya festividad se celebra el 24 de junio, día del solsticio de
verano, es el símbolo de la masonería básica y originaria de los tres grados,
como recuerdo del patronazgo que la masonería operativa atribuía a los dos
santos Juanes; así, todas las logias simbólicas se denominan, genéricamente,
logias de San Juan. Si tenemos en cuenta que el 22 de diciembre de 1866 era un
sábado, noche de festivo, creo que no se puede atribuir a la casualidad esta
fecha en los planos, sino que se debe a una voluntad manifiesta de enviar un
determinado mensaje accesible sólo los iniciados.
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El Árbol de la Vida |
El director facultativo de las obras
es Narciso Nuet. Desde un primer momento se produjeron problemas con la
administración y los vecinos. El 2 de febrero de 1867, el arquitecto municipal
José Artigas emite un informe desfavorable por problemas con la altura de los
diferentes pisos. Poco después, es Ildefonso Rovira, vecino de la calle, quien protesta
porque entiende que la alineación propuesta por Domingo Sitjas perjudica “al público y a los demás dueños de los (ilegible) de la calle del Bot,
condenado por escandalosa infracción de las Ordenanzas Municipales. La
pretensión de D. Domingo Sitjas se dirige no sólo a no perder terreno sino a
ganarlo sobre la calle, estrechándolo por el punto de entrar”. Y el
caso es que este parece tener razón, ya que, según el plano del ayuntamiento,
hay una casa ya construida, que correspondería al número 6, que ya ha retrocedido. En la
actualidad, este edificio forma parte del que hace esquina con la plaza Villa
de Madrid (construido el 1945)
A pesar de estas quejas, el 26 de
febrero de 1867 se autoriza el derribo de la finca antigua y la construcción de
la nueva pero con la obligación, por parte del propietario, de rectificar los
frontales de Portaferrissa y Bot. Domingo Sitjas pide que se respete la línea
oficial del trazado definida en 1806 y se desespera porque las instrucciones
del ayuntamiento son contradictorias: “En el
intrincado laberinto de la legislación patria, donde aún el más aventajado
perito en no pocas ocasiones marcha con incierto paso, tropieza sin cesar el
ciudadano, que en diferentes círculos se mueve (…). Nada le importaría,
Excmo. Sr., al cliente que la alineación que se le marcase fuese esta o aquella
de las citadas con tal que se despachase en definitiva y sin tardanza la
solicitud deducida, pero el caso es que la ley hace depender la validez de los
acuerdos de la Municipalidad en la materia de la sanción, del respectivo Sr.
Gobernador civil de la provincia y aún del Sr. Ministro del ramo y es larga la
tramitación (…) de modo que sin experimentar un
quebranto de gran consideración en su fortuna no puede el que expone continuar
teniendo paralizada la obra”.
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La escalera de la finca |
Durante los siguientes meses,
propietario y ayuntamiento se embarcan en una serie de denuncias, multas y
apelaciones. El ayuntamiento denuncia (septiembre de 1867) un exceso de altura
en el desván del nuevo edificio e impone al propietario una multa de 30
escudos. Domingo Sitjas replica (16 de septiembre de 1867), no sabría decir si
con santa inocencia o con gran cinismo, que “Un
error involuntario sin duda e hijo tal vez de un celo extremado habrá sido la
causa de la denuncia (…) porque bien lejos del exponente el
propósito de infringir. Solo se ha creído con derecho y solo ha ejecutado lo
que las leyes vigentes y los usos o costumbres del país le han permitido (…). El que subscribe previas
repetidas mediciones de las dos fachadas puede sin temor asegurar que aún no
alcanzan la altura máxima de la ley”.
Sin embargo, las alegaciones de
Domingo Sitjas son rechazadas el 21 de octubre de 1867. Y justo el mismo día, ¡el
sr. Sitjas hace nueva apelación! El mismo día! Se me escapa como podía saber
que su apelación había sido rechazada y tener preparada una nueva. Sólo se me
ocurre pensar que alguien de dentro del ayuntamiento lo tuviera informado de la
evolución de su expediente. La confianza con la que actúa, la inmunidad que
parece tener, la manga ancha con que se le trata no dejan de sorprenderme. Sin
duda, debía tener buenos contactos e influencias. Porque los choques con la
administración no acaban aquí. El 7 de febrero de 1868, el ayuntamiento detecta
que hay “moradores” en la casa, advierte el propietario que esto no
está permitido y lo multa de nuevo, esta vez con 20 escudos. Y el sr. Sitjas
vuelve, nuevamente, a deleitarnos con un ejercicio de pirotecnia verbal en su
apelación: “(…) siendo
así que no se han introducido ni existen en las referidas habitaciones tales
moradores y sí muebles tan solamente”. Pide que se le retire la multa y
acaba diciendo: “Gracia que no duda en alcanzar por ser merecida de la
proverbial rectitud de V. E.”.
Años después, en 1891, un nuevo
propietario, el sr. José Font, pidió permiso para hacer unos reformas en el
edificio, consistentes básicamente en retoques en los dinteles y montantes y en
la apertura de un portal y un tragaluz en la fachada de la calle Bot. Estas
modificaciones, sin embargo, no afectan en absoluto la iconografía descrita.
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La esquina de Portaferrissa con Bot |
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Capiteles con forma de escuadra |